16 de diciembre de 2016

Sal: Riesgos por exceso

A pesar de ser necesaria para el organismo por su contenido en sodio, la sal consumida exceso puede ser una causa de hipertensión arterial, que dificulta el trabajo del corazón y riñones.

La hipertensión arterial es causa de crisis hipertensivas, que provocan hasta un 5 % de las muertes por enfermedades cardiovasculares. Es una enfermedad crónica que con frecuencia requiere tratamiento de por vida y eleva mucho el riesgo de padecer otros trastornos más graves. Es la principal causa de ictus e infartos, dos de los motivos más frecuentes de muerte y discapacidad en nuestra sociedad.

Una ingesta muy elevada de sal puede ocasionar enfermedades y daños al organismo, como:

• Ictus o accidente cerebrovascular: tanto por hemorragias cerebrales como por embolias, provocan aproximadamente un tercio de los fallecimientos por enfermedades circulatorias, pero un alto porcentaje de las personas que sobreviven sufren secuelas físicas y neurológicas graves.

• Insuficiencia cardíaca e infartos: el consumo excesivo de sal tiene efectos adversos directos, no mediados por la hipertensión, sobre el músculo cardíaco, lo que empeora el funcionamiento del corazón, favoreciendo enfermedades como infartos o insuficiencia cardíaca (no es posible bombear la cantidad de sangre necesaria para todo el cuerpo).

• Dificulta la función de los riñones: el sistema renal es básico, lleva a cabo el filtrado y depuración de la sangre. Esta función se ve perjudicada. Además, predispone la formación de cálculos.

• Disminuye la cantidad de calcio: como la ingesta de sal es el factor más importante para la eliminación de sodio por orina, cuanto más sodio se elimina, se elimina más calcio, lo que hace que se disminuya la cantidad de calcio en los huesos y haya mayor tendencia a la osteoporosis.

• Retención de líquidos: empeora el funcionamiento de riñones, corazón e hígado y genera edema e hinchazón de piernas y tobillos.

• Favorece algunos tipos de tumores: como el cáncer de estómago, ya que puede ser un irritante que erosiona el recubrimiento del estómago, provocando lesiones ulcerosas e infecciones.

• Dificulta la función del aparato respiratorio: empeora los síntomas del asma. Además, una reducción en la ingesta hace que las vías aéreas disminuyan su resistencia al paso del aire.

El 10% del sodio que consumimos proviene de los alimentos y el agua. Otro 10% se añade al momento de cocinar y comer, pero puede variar según los hábitos.  No deberíamos consumir más de una cucharadita de sal fina a diario. Cerca del 80% restante proviene de alimentos procesados o precocinados, en los que es habitual añadir cantidades elevadas de sal y azúcares. Es importante prestar atención al contenido de sal de estos productos; por ejemplo, el cloruro de sodio se utiliza en grandes cantidades en embutidos.

La cantidad de sal permitida por persona depende de las condiciones físicas, la dieta y las actividades que realiza cada uno. También varía según la época o el tipo de alimentos de la dieta. El sodio ingerido por día debe oscilar entre 500 y 2400 mg.
Hay alimentos que superan este valor de manera exagerada. Para evitar los problemas, es preciso moderar el consumo de ciertos productos procesados, algunos quesos, embutidos o platos precocinados, así como la comida rápida.

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