13 de diciembre de 2016

Alimentos: aceite de oliva

El aceite de oliva es un aceite rico en grasas monoinsaturadas, con un contenido notable de antioxidantes, ácido oleico y bajo en ácidos grasos omega 6, lo que hace muy recomendable su consumo en una dieta equilibrada.

Se denomina “aceite de oliva virgen extra” al zumo de aceituna no sometido a procesos de refinado, obtenido mecánicamente, en frío, mediante un batido en el que no se superen los 30º C. Si el aceite es sometido a otros procesos se obtiene el “aceite de oliva virgen”, de calidad intermedia, y los lampantes, de peor calidad, que se mezclan en proporciones variables con el aceite de oliva virgen para obtener “aceite de oliva”.


El aceite de oliva virgen extra (abreviado a veces como AOVE) es el que tiene mejores propiedades nutricionales por no estar sometido a procesos en los que se reduce el contenido en antioxidantes. Lo ideal es consumir el aceite de oliva en crudo, añadido a ensaladas u otros platos una vez cocinados. Cerca de un 15% del contenido en grasas del aceite de oliva son grasas poliinsaturadas, fácilmente oxidables, si bien también posee antioxidantes que ayudan a su preservación, como los polifenoles. El color, sabor y olor de estos aceites varía no sólo por los procesos a los que ha sido sometido, pues también es relevante la variedad de aceitunas empleada.

Los antioxidantes del aceite de oliva son los responsables de buena parte de los beneficios que ofrece para las personas. Entre ellos, destacan unos fitoquímicos conocidos como polifenoles, de alta biodisponibilidad para nuestro organismo, es decir, muy aprovechables para el ser humano. En el AOVE se encuentran en mayor medida los polifenoles tirosol, hidroxitirosol y oleuropeína.

¿Qué beneficios se han comprobado de un consumo regular de aceite de oliva virgen extra en crudo?

· Mejora del colesterol “bueno” HDL con un aumento de la apolipoproteína-A1, que ayuda a "limpiar" las arterias.
· Reducción del nivel de triglicéridos, asociados a enfermedades cardiovasculares.
· Reducción de la agregación plaquetaria, vinculada a un descenso de los niveles de la apolipoproteína-B.
· Reducción de la presión arterial. Junto a la disminución de la agregación plaquetaria, supone una mejora de la circulación sanguínea.
· Reducción de la actividad microbiana.
· Mejora de la estructura ósea.
· Menor fotoenvejecimiento cutáneo.
· Reducción de la inflamación y el daño oxidativo, también vinculados a problemas cardiovasculares.


Más información:

https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2852848/
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/22000808
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/16571154

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